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175 Aniversario del Ateneo. Representación de la obra «El ruedo ibérico» de Ramon María del Valle-Inclán

Viernes 17 y Sábado 18 de diciembre de 2010. Representación de la obra El ruedo ibérico de Ramon María del Valle-Inclán. Por La Cacharrería Grupo de Teatro de la Sociedad Ateneísta de Aire Libre. Salón de Actos. 19.30 horas. Invitación. Imágenes, por Kepha Borde.

Valle-Inclán fue presidente en 1932 del Ateneo de Madrid, institución que en 1988 inauguró la Cátedra Valle-Inclán y que en 1991 editó un libro como homenaje al autor.

EL ESPERPENTO Y «EL RUEDO IBÉRICO»

En 1920 es la primera vez que Ramón emplea la palabra «esperpento» en relación con su obra. Su forma de vestir llama la atención: fantocheril a la manera de sus esperpentos, vestido de negro y flaco, con barba larga, renegando de todo. En 1922 tras una estancia en Méjico y Estados Unidos se establece de nuevo en Madrid, participando en grupos de teatro experimental, como El Mirlo Blanco, que llevaba a cabo sus representaciones en el domicilio de los Baroja, y El Cántaro Roto, en el Círculo de Bellas Artes. En 1927 inicia la publicación de un ambicioso proyecto narrativo, El Ruedo ibérico, que, de forma semejante a los Episodios Nacionales de Galdós, pretende narrar la historia de España desde el reinado de su denostada Isabel II hasta la época contemporánea. Únicamente llegó a escribir tres novelas de este proyecto: La corte de los milagros (1927), Viva mi dueño (1928) y Baza de espadas (1932). Desde 1924 muestra su oposición a la dictadura de Primo de Rivera, vocifera en los cafés y no duda en hacerse oír. En alguna ocasión fue detenido en la vía pública por quejas al régimen. En 1927 participa en la creación de la Alianza Republicana. En 1928 consigue el contrato editorial más importante de su vida: la Compañía Iberoamericana de Publicaciones le ofrece una cuantiosa suma (pagaderas en mensualidades). Se instala en un piso de la calle del General Oraá y empieza a escribir con cierto sosiego. Se aristocratiza y se vuelve más selecto en su entorno cercano de amistades. En 1929 es encerrado en la cárcel Modelo de Madrid, por negarse a pagar una multa impuesta con motivo de unos incidentes ocurridos en el Palacio de la Música. El dinero obtenido se agota y el régimen de Primo de Rivera igualmente da sus últimas horas. La situación social y política hace que abandone sus quehaceres artísticos y que apoye a la República española, e incluso se presenta a diputado por La Coruña en las listas del Partido Radical de Alejandro Lerroux, aunque no sale elegido. En 1932, el gobierno de la República le nombra conservador del Patrimonio Artístico Nacional y director del Museo de Aranjuez, pero, por desavenencias con su superior, dimite al poco tiempo. Elegido presidente del Ateneo de Madrid, dimite también al no atenderse sus propuestas de reorganización. Ese mismo año se divorcia de su esposa, la actriz Josefina Blanco con la que llevaba varios años casado. Prosiguen los pleitos para saber quién se queda con la custodia de los hijos. La miseria que lo embarga le hace pensar en ciertas ocasiones en regresar a América. A iniciativa suya, en 1933 se reúne en el Ateneo de Madrid el Primer Congreso de la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios. Co-fundador el 11 de febrero de 1933 de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, el 8 de marzo de 1933 es nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de Roma por iniciativa de su amigo el pintor Ignacio Zuloaga y viaja a Italia. Regresa de nuevo por sentirse enfermo. El 16 de noviembre asiste a la representación de su obra teatral Divinas palabras en el Teatro Español. Regresa a Italia y su vida transcurre sin problema alguno hasta sentir cómo su salud se vuelve a debilitar de nuevo. A comienzos de 1935 se le vuelve a ver paseando por las calles de Madrid decaído. En marzo de 1935 se retira a Santiago de Compostela, ingresando en la clínica de su amigo el doctor Villar Iglesias. De vez en cuando se escapa del sanatorio y pasea por la ciudad con grupos de jóvenes, en su mayoría galleguistas. El periódico Ahora de Madrid publica el 2 de octubre de 1935 el que será su último artículo: «Mi rebelión en Barcelona (Nota literaria)» sobre el mismo título de Manuel Azaña. El 5 de enero del año 1936, víspera de Reyes, tras negarse a recibir auxilio religioso, muere Valle-Inclán. El parte a la prensa dice que murió: «a consecuencia de un coma rápido, después de una grave enfermedad de vejiga urinaria complicada con carácter de malignidad». Fue sepultado al día siguiente, en una ceremonia civil y en humilde féretro y sin esquelas. Sus restos se depositaron en el cementerio civil de Boisaca; tal y como dispuso días antes de su muerte, en el que precisó que: «No quiero a mi lado ni cura discreto, ni fraile humilde, ni jesuita sabiondo».

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